La historia oculta en los libros y la riqueza de las palabras se encuentra siempre ligada a la capacidad de quien escribe para transformar aquello que visualizó en su mente, de una idea a una expresión concreta. Conlleva un trabajo profundo de lenguaje, desde una ideología, desde una forma de ver la vida. En este segundo episodio de la entrevista, abordamos junto con Damián el compromiso detrás de las letras, analizando la ética y la moral, las modificaciones en las formas de lecto-escritura, el trabajo editorial y el lugar del lenguaje vivo, como construcción de identidades literarias.
Sobre la ética y la moral
S: Liliana menciona mucho el tema de la ética y la moral, e interpela también a las editoriales a atreverse a publicar ciertos discursos disruptivos. ¿Cuál es tu posición como editor? En referencia a esto que vos le decías a ella en el libro de “¿Sabés qué? Te cebo un mate como si fuera a salvar el mundo”, del compromiso de publicar historias o no, este legado moral del que ustedes conversaban.
D: Bueno yo sí, como editor, tengo una postura ética. Esto que planteábamos de que ella tiene una postura moral muy clara en sus obras es una de las cosas con las que más me sentí identificado, y es algo que trato de sostener sobre todo como editor (…) Y lo hago a través de dos o tres posturas muy claras: una es no cobrarle a los autores, la otra es no publicar algo porque creo que me va a dar un rédito económico, sino porque realmente considero que estéticamente tiene un valor y que merece ser publicado. Por eso mi editorial se llama elandamio, porque el libro no es… Alguna vez escribí un pequeño manifiesto que decía “El libro no es el fin, el libro es el medio. El libro no es el edificio, el libro es el andamio”. El libro es un vehículo, muy caro para muchos escritores, pero es un vehículo, no es una meta. Es una forma de que nuestra literatura pueda trascender nuestro cuerpo, pueda ir nuestra palabra donde nuestro cuerpo no. Entonces, en ese sentido, yo sí considero que hay una moral detrás del trabajo editorial también.
Sobre la literatura
S: Y volviendo a la literatura, esto que hablaban ustedes con Liliana de las “mesetas literarias”, esto de relatar los momentos tranquilos para que después se identifique la tensión, esto de guiar la lectura y de valorar los espacios de calma, los silencios. En cuanto al avance de la tecnología, la exposición permanente, esto de que necesitamos todo ya, que todo nos está interpelando a todo momento, ¿creés que la forma de lectura se ha modificado con respecto a esa necesidad de tener mesetas literarias? Estos espacios de calma…
D: Tal vez sí… Yo sí creo, a ver le voy a dar una vuelta de tuerca a la pregunta, como para yo sentirme más cómodo con la respuesta. Yo no sé si es necesario reestructurar la lectura, pero sí sospecho que se ha reestructurado la escritura. Yo sí reconozco, a través de algunas cosas que he leído, con que he tenido contacto en estos últimos tiempos, que hay como toda una literatura del acontecimiento, una literatura en la que siempre tiene que estar sucediendo algo novedoso, o algo particular… Siempre tiene que aparecer un hermano perdido, siempre tiene que aparecer un arma misteriosa…
S: Perdió la memoria el protagonista…
D: ¡Claro, claro! Que es algo que… No deja de ser ni bueno ni malo, qué sé yo, es algo que está muy presente en Juego de Tronos, esta cuestión que vos decís “¡Ay, qué lindo personaje!” y das vuelta la página y está muerto (ríen). Pero sí hay mucha de esa necesidad de mantenernos interesados, por decirlo así. Y sí creo que eso tiene mucho que ver con dos cosas: una, con esto que vos decís de las nuevas tecnologías, de la inmediatez… Y creo que otra tiene que ver con el contacto cada vez más estrecho que hay entre cierta literatura y los lenguajes audiovisuales. Yo conozco escritores jóvenes que abiertamente han declarado que escriben pensando en una llegada a la televisión o al cine. Entonces, de alguna manera, escriben apuntando a eso y en el cine no hay una voz narrativa, en el cine o en las series, o en Netflix (…) el traspaso de lo narrativo a lo audiovisual y también cómo se escribe muchas veces en un castellano mucho más neutro, porque bueno no sabés si te está leyendo alguien de España o de México. En castellano CNN, digo yo.
S: (ríe) Totalmente.
D: Claro, esa cuestión que no tiene gusto a nada. Y tiene que ver con eso, con reestructurar la escritura. Para lo cual también Liliana fue una anomalía ¿no? Porque ella escribía de una manera en cierto sentido… En cierto sentido muy progresista, pero en ciertos sentidos muy tradicional también.
S: ¿En qué sentido?
D: Yo creo que fue muy progresista en el sentido de que los protagonistas de sus obras siempre fueron los débiles, los cansados, los tristes, los derrotados, los marginales…
S: La historia de los vencidos…
D: Sí, absolutamente, los vencidos, claro, sin duda. Creo que, de alguna manera, fue muy progresista. A ver, viste que vivimos en un tiempo en el que las cosas se mezclan y en cierto sentido ser tradicional es mucho más rebelde que ser progre ¿no? Creo que ella en recuperar el valor, la belleza de la tragedia y la idea tan clara de que hay un Bien y hay un Mal, creo que, en ese sentido, fue muy tradicional en recuperarlo, pero también muy de avanzada en volver a ponerlo en este tiempo en donde es tan necesario.
Sobre el trabajo editorial
S: Hay justo una frase del libro que me gustaría rescatar, esto que Liliana Bodoc dice que “Escribe para que suceda”. Volviendo a vos y a tu lugar en la editorial y como escritor también, ¿reconocés esta intención en vos? ¿Cuál es tu intención?
D: Sí, bueno, a esto del “Escribir para que suceda”, yo le agregaría el “Editar para que permanezca”. El “Editar para que se conozca”. Te pongo un ejemplo, yo he editado a mucha gente de lugares muy lejanos de acá, literariamente muy lejanos, Buenos Aires o España. Y a la mayoría de los autores que me han dejado que los publique… a todos les he planteado lo mismo, les digo “Mira, la única razón por la que edito tu libro es porque quiero que exista” ¿no? Quiero que si alguien tiene la oportunidad de tomar contacto con ese libro, que la tenga (…).
Sobre el lenguaje
S: Y te hago una consulta, que creo que esta pregunta me la salteé, que es esto del tema del lenguaje a lo largo de sus conversaciones. Encontré, chusmeando de qué trataba la editorial para conocerla un poco, y justo vi que en el 2017 te habían hecho una entrevista en la que hablabas de la literatura como trabajo de cuestionamiento sobre el lenguaje, que está vivo y a veces obliga más que lo que permite. Por ahí, que me cuentes un poco de esto, que está bueno y que es también lo que ustedes retomaron desde la entrevista.
D: Claro sí, esto también es como una manera en la que yo me planteo mucho como editor y como escritor. Yo creo que la literatura se define por el lenguaje. ¿En qué sentido? Lo único que hace que algo sea literario es el lenguaje con el que está escrito, para mí. Qué sé yo, puede haber literatura sobre la conquista de América, como “La Saga de los Confines”, o sobre un niñito que se tiene que ir de su pueblo, como “San Pedro viajó en tren”, que son dos libros de Liliana. Pero lo que lo hace literatura es el lenguaje, es esa forma de torcer el lenguaje. Torcerlo de maneras que pueden ser minúsculas y muy sutiles; como esto que decíamos de que si estás hablando del imaginario de los pueblos originarios americanos, no digas “años”, decí “temporadas de lluvia”. Y en ese girito hay mucho escondido, mucho revelado (…).
S: Esto que decían ustedes de la conversación de “Qué bueno que la gente sepa sobre qué estoy escribiendo, así sólo me preocupo por cómo lo voy a decir”…
D: Claro, sí, generalmente eso también suele tener un efecto rebote, porque muchos de los escritores que creen estar escribiendo sobre cosas novedosas, desde lo temático, muchas veces están como… abordando los grandes temas de la humanidad: la soledad, el miedo a la muerte, el amor, las preocupaciones por el poder, ese tipo de cosas que no son ajenas. O sea, preocuparse por el lenguaje es también preocuparse por algo en lo que realmente uno puede ser novedoso, original, o tal vez darle a la obra una identidad distinta, tal vez no en los temas, porque los temas yo no creo que sean tantos. Uno escribe más o menos siempre de las mismas cosas, y poder animarse a pensar el lenguaje desde otro lugar, antes de pensar los acontecimientos o la historia desde otro lugar, también nos permite construir una literatura propia o distinta. Yo creo que la literatura de Liliana la tiene, tiene una identidad muy propia en ese sentido…