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Escribir para que suceda, editar para que exista - Episodio 1

En este contexto de incertidumbre y cuidados colectivos, acercamos a nuestro público lector el disfrute de una entrevista con el autor de "Encuentro en los confines. Diálogos con Liliana Bodoc", Damián López. El diálogo lo generó Sofía Antón, estudiante de la carrera de Comunicación Social de nuestra Universidad, mientras realizaba sus prácticas pre profesionales en EDIUNC.

05 de mayo de 2021, 09:50. Por: Sofía Antón.

imagen Escribir para que suceda, editar para que exista - Episodio 1

La virtualidad, sin dudas, ha acentuado las distancias, pero también las ha acortado. Es así como, desde su casa en San Juan, Damián nos recibe por videollamada, en un ambiente relajado y en horas de la siesta, donde los ruidos en el interior del país se calman. El silencio como de... secreto da lugar a una conversación fluida y el recuerdo de Liliana se cuela entre las palabras, con admiración, añoranza y cariño. En un recorrido completo por el libro, la trayectoria del autor y las anécdotas alrededor de la mística de los Confines, se desarrolla hora y media de charla. En este primer episodio de la entrevista completa, rescatamos algunos de los fragmentos más entrañables de ese momento compartido en relación con la cuna de la idea, la experiencia de las conversaciones, el objetivo del libro y el recuerdo de Liliana. 

Sobre la idea del libro 

Sofía (S): ¿Cómo nació la idea de entrevistar a Liliana Bodoc? Y, de la mano con esto ¿por qué publicar en Mendoza y en EDIUNC? 

Damián (D): Vos sabés que… Yo te cuento la historia, vos después ves qué parte relevar o qué parte no… 

S: Sí, tranquilo, hablemos… 

D: (ríe) Yo soy muy amigo de Juan López y Javier Piccolo, que son los dos… Los dos trabajan en EDIUNC… 

S: Sí, vi que había uno publicado su libro en tu editorial, Javier Piccolo creo que era… (Damián señala que los dos) ¿Los dos tienen libros publicados? 

D: Los dos, yo los quiero muchísimo, son grandes amigos y cuando Juan me contó de la colección que él empezó a dirigir, la colección Literaturas, me pareció genial. Y… Un día, yo estaba en el laburo, yo también soy corrector, pero de la editorial de acá de San Juan… Y me llama el Juan y me dice que querían publicar algo de Liliana en esa colección, que Liliana les había mandado algunas obras pero que no estaban como para publicar, y se les ocurrió una vuelta de tuerca, que fue hacer una entrevista con ella ¿no? Una entrevista bien a fondo. Me llama por teléfono, me cuenta bien eso y me dice que tenían como dos o tres personas en mente y que no habían podido concretar nada con nadie y que la mujer, la Ceci Molina, que es también muy querida por nuestra familia… Le dice “Che ¿y el Damián?” Así muy, muy… como de atrás de un poste. (ríe) Porque… Más que nada porque yo les había contado a ellos que había leído la obra de Liliana, que me había parecido genial. La conocimos, de casualidad, [a] ella en San Juan porque una persona que vive acá en San Juan es amigo de la familia de la infancia, Juan Pujovich se llama, le hizo la gamba a ella para que viniera a presentar Memorias impuras acá, a San Juan, y le pidió a Adriana, mi esposa, que lo hiciera. Yo, esa vez, como para ampliar un poco más el evento, y como Liliana era muy conocida acá en San Juan por La Saga de Los Confines, le dije “Bueno, hagamos una entrevista en vivo, sobre La Saga de los Confines, después de la presentación de Memorias impuras. A Liliana le gustó la idea, se prendió, yo le hice ahí algunas preguntas sobre ese tema. Y el otro valor agregado era que a mí me gusta mucho Tolkien, leí muchas veces El Señor de los Anillos. Entonces parece que la Ceci ató todos esos cabos en la cabeza y medio por casualidad le sugirió la idea a Juan y él se lo comentó a Pilar Piñeyrúa, que era la directora de la Editorial en ese momento y a ella le pareció bien. […] Así que la decisión de publicar en EDIUNC y en Mendoza fue más que nada una idea de ellos. Yo tengo un vínculo con Mendoza a través de la editorial porque, bueno, conozco muchos poetas mendocinos, los libros de la editorial se venden muy bien allá, de El andamio. Yo he publicado creo que cinco o seis autores mendocinos, a ver… Javier Piccolo, Juan López, Débora Benacot, Eliana Drajer, Eugenia Segura y Víctor Hugo Cúneo, que es un poeta que murió en la década del ’60. He viajado a muchas ferias allá, así que tengo un vínculo muy cariñoso con Mendoza y con la gente, así que cuando me dieron la oportunidad agarré viaje sin pensarlo. 

S: Saltaste a la pileta, como quien dice… 

D: Dije que sí antes de que me terminaran de preguntar (ríen). Así que me reuní con Pilar, le gustó un poco la idea y a partir de eso empezamos a charlar con Liliana, a ella también le pareció bien. Teníamos como varias opciones y justo para esos días ella estaba… Su nieto Gael estaba enfermo y ella estaba en Mendoza cuidándolo y me dijo “Bueno, si querés, venite a Mendoza… y a ratitos lo hacemos”. Y a mí no me parecía una buena idea, porque era como meterme en una situación de tensión. Hasta que finalmente, en un gesto de grandísima generosidad, ella me dijo “Bueno, miráa, yo alquilo unas cabañas en el Trapiche, a mediados de diciembre ya me libero de todos mis compromisos, venite con tu familia, tengo una pileta, tu familia puede estar acá, hacer un poquito de turismo y aprovechamos y hacemos la entrevista”. Todo esto sin conocerme personalmente. Así que llegamos al Trapiche un jueves a la mañana y nos fuimos un domingo a la mañana, y estuvimos ahí esos tres días conversando con ella. 

S: ¿Cómo fue entrevistarla a ella, a Liliana, en su casa, en su lugar, en su espacio? 

D: Creo que, a ver, fue una experiencia muy interesante porque yo, a ver, no vengo del ámbito de la Comunicación, sino de la Literatura. Entonces yo no había hecho entrevistas así, extensamente. Sí me había tocado… Había tenido oportunidades de hacer algunos programas de radio, de que me hagan entrevistas, pero nunca una cosa así tan a fondo como decir “Che, mira, me voy a clavar cuatro días en tu casa y vamos a hablar” (ríen) (…) Y fue una experiencia linda porque… Primero porque yo sentí como mi realidad integrada, desde el momento en que ella me dijo “Venite con tu familia”, me pareció un gesto súper amoroso, un gesto hermoso también porque Adriana, mi esposa, que también es docente, ella pudo estar presente en gran parte de las entrevistas, de las conversaciones ¿no? Ella también pudo formar parte de eso. (…) Es más, tengo las grabaciones y las conversaciones de la tarde, se escucha la pileta de fondo y se escuchan mis hijos jugando, o sea, fue una experiencia hermosa que yo no… O sea, me la esperaba de ella, porque siempre fue, en el mundo de la Literatura, una rareza. Esto de no nos encontramos en un café, o en una biblioteca, o en un escritorio, nos encontramos en el patio de su casa. Y me habló con una apertura y una honestidad muy grande.  (…) Creo que muchas de las cosas más profundas y más serias que ella dijo nacieron de poder hablar desde esa comodidad. Liliana era una persona con la que te sentías cómodo hablando de cosas muy personales, y eso fue como que, desde la comodidad en la que ella estaba, nos fue como atrayendo. Y terminamos hablando de nuestra vida. De… Además de todo lo que aparece en la entrevista, así que fue como… Fue hermoso en ese sentido. 

S: Me contaste que habías leído toda la obra de Liliana Bodoc los días anteriores ¿leíste algún texto “extraoficial”? Esto que decía ella en las conversaciones de que, antes de escribir, leía por fuera de la temática...

D: Vos sabés que no, en realidad si me hubiera gustado, y es una deuda que tengo pendiente hasta ahora, leer algo de la obra de Rodolfo Kusch, porque… Bueno por el vínculo evidente, o por lo menos posible, que hay entre Vieja Kush, que es uno de los personajes de La Saga de los Confines, y Rodolfo Kusch, que es uno de los filósofos latinoamericanos más importantes. Pero, en realidad, cuando leía esta pregunta, esto de pensar las preguntas, yo justo en ese tiempo, y algunos años antes también, yo estaba viendo mucho un programa de entrevistas que se llama “Inside the actor’s studio”, de un hombre que falleció hace muy poquito, que se llama James Lipton. Le hace entrevistas a actores y directores y tiene una manera de entrevistar que a mí me pareció muy interesante, entonces sí me acuerdo de haber tratado de emular eso (...) Creo que el ejemplo más claro que tengo de eso fue el momento en el que empezamos la entrevista, porque yo, obviamente, tenía que preguntarle dónde había nacido, cómo estaba conformada su familia, etc. Y en ese momento, antes de empezar con la parte biográfica, nos pusimos a hablar de cómo ella se sentía en ese momento. De poder recibir a alguien en su casa, de habernos visto… muy poco académicos, en el buen sentido de la palabra. Y en ese momento dijo “Yo acá, en mi casita, me siento segura”. Y a mí, en ese momento, creo que, inconscientemente, pero desde una inconsciencia que yo venía como preparando desde hacía un mes, (ríen) se me ocurrió preguntarle “¿Y cómo era la casa de tu infancia?”. Incluir esa pregunta en el fluido de la conversación, y yo vi la reacción en ella. Una reacción de realmente sentirse conectada con la conversación y con lo que yo le estaba preguntando, y no necesariamente ir a buscar al archivo histórico ¿no? A sacar la partida de nacimiento, sino realmente empezar a conectarnos. 

Sobre la esperanza 

S: Liliana Bodoc le da un lugar particular a la esperanza en sus obras, a través de su narrativa, un lugar que no puede ser sostenido desde la lógica y la filosofía. Nombra estos ejemplos de “corazones”, de personas que ponen la esperanza en acto, y de su esperanza de, a través de su literatura, reinstalar este valor en la sociedad. ¿Cuál fue tu esperanza cuando escribiste el libro? ¿Qué pretendías que pasara después de estas conversaciones? 

D: A mí realmente lo único que me interesó, desde un principio, fue que ella dijera, que ella dijera. Y mi única preocupación fue poder canalizar o propiciar eso de la mejor manera, esa fue mi única preocupación. Yo sabía que, si yo le hago una pregunta, no sé, de cuarenta palabras, y ella me dice “Sí, tal cual”, ella no está hablando, estoy hablando yo. Entonces, en ese momento, mi verdadera preocupación fue como soplar de a poquito el fueguito para que no se apagara, pero que la que estaba ardiendo era ella (…) Liliana fue una anomalía, en muchos sentidos, una cosa muy, muy rara. Una escritora profunda pero muy poco intelectual, en el sentido de no querer hacerse la intelectual. Muy honesta en su precariedad, muy honesta en decir “Esto no lo sé, esto no me sale” o “Me pongo torpe, esto me cuesta”. Muy en contacto con su sensibilidad, muy horizontal en su vida. Muy conectada con la idea de que para que uno esté bien, todos tenemos que estar bien. (…) Eso es lo que reclamaba del mundo y lo que le daba al mundo, todo, no solo la obra, sino que su palabra puesta al servicio. Creo que de casi todas las causas que podemos considerar justas y necesarias, ella estuvo de alguna manera como... involucrada. Entonces, si tengo una esperanza es que el pensamiento, las ideas de Liliana, permanezcan y creo que este libro ayuda a esto. (…) Creo que hay una reivindicación del amor en su obra, del perdón, de la lucha, de la justicia que lamentablemente no la veo en muchos otros lugares. 

 

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